Los Miserables
Autor: Víctor Hugo
Quinta Parte: Jean Valjean
Libro noveno
Sombra suprema, supremo amanecer
Cap IV : La botella de tinta que sólo consiguió limpiar.
Ese mismo día, o mejor dicho, esa misma noche, al levantarse Marius de la mesa, y cuando acababa de retirarse a su despacho porque tenía que estudiar un expediente, le entregó Basque una carta, diciéndole: «La persona que ha escrito esta carta está en el recibidor».
Cosette se había cogido del brazo del abuelo y estaban dando una vuelta por el jardín.
Una carta puede, lo mismo que un hombre, tener mala facha. Papel basto, doblez torpe: hay misivas que, sólo con verlas, desagradan. La carta que había traído Basque era de ésas.
Marius la cogió. Olía a tabaco. No hay como los olores para despertar los recuerdos. Marius reconoció ese tabaco. Miró las señas: Al señor barón Pommerci. En su residencia. Por el tabaco reconoció la carta. Podría decirse que hay relámpagos de asombro. A Marius lo iluminó uno de esos relámpagos.
El olfato, ese misterioso recordatorio, acababa de resucitar para él todo un mundo. Era el mismo papel, la misma forma de doblarlo, el tono pálido de la tinta; era la letra conocida, y, sobre todo, era el mismo tabaco. Volvía a ver la buhardilla de los Jondrette.
Así, ¡qué curioso capricho del azar!, una de las dos pistas que había buscado tanto, aquella que tantos esfuerzos había realizado últimamente para encontrar y creía perdida para siempre, se le venía sola a las manos.
Rompió con avidez la oblea de la carta y leyó:
«Señor barón:
»Si el Ser Supremo me hubiese conzedido talento yo habría podido ser el barón Thénard, miembro del Instituto (academia de las ciencias), pero no lo soy. Sólo me apellido igual que él y me sentiré dichoso si ese recuerdo me sirve de recomendazión para hacerme acreedor de la escelencia de sus bondades. El favor que me conceda será rezíproco. Estoy en posesión de un secreto que tiene que ver con un individuo. Ese individuo tiene que ber con usted. Tengo el secreto a su disposición y deseo tener el honor de serle hútil. Le daré una forma senzilla para espulsar de su honorable familia a ese individuo que no se la mereze por ser la señora baronesa de alta cuna. El santuario de la virtud no puede por más tiempo codearse con el crimen sin abdicar.
»Espero en el recibidor las órdenes del señor barón.
»Respetuosamente».
La carta iba firmada «THÉNARD».
No era una firma falsa. Sólo estaba un tanto abreviada.
Por lo demás, el galimatías y la ortografía remataban la revelación. El certificado de origen estaba completo. No había duda posible.
Marius notó una honda emoción. Tras el arrebato de sorpresa, tuvo un arrebato de felicidad. Si ahora encontrase al otro hombre a quien andaba buscando, ese que le había salvado la vida, no tendría ya nada que desear.
Abrió un cajón del secreter, sacó unos cuantos billetes de banco, se los metió en el bolsillo, volvió a cerrar el secreter y tocó la campanilla. Basque entornó la puerta.
—Que pase.
Basque anunció:
—El señor Thénard.
Entró un hombre.