Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Tercera Parte: Marius

Libro séptimo

El culo del gato

Cap II : El fondo más bajo.

Ahí se desvanece el desinterés. Se esboza vagamente el demonio; cada cual para sí. El yo sin ojos aúlla, busca, tantea y roe. El Ugolino social está en esa sima.

A las siluetas hoscas que andan rondando por ese foso, casi animales, casi fantasmas, no les interesa el progreso universal, nada saben ni de esa idea ni de ese nombre, sólo les preocupa saciarse individualmente. Carecen casi del todo de conciencia y llevan dentro una especie de eclipse que infunde temor. Tienen dos madres, ambas madrastras: la ignorancia y la miseria. Tienen un guía: la necesidad; y ninguna otra forma de satisfacerse que no sea el apetito. Son brutalmente voraces, es decir, feroces, no como el tirano, sino como el tigre. Esas larvas pasan del sufrimiento al crimen; filiación fatídica, engendramiento vertiginoso, lógica de la sombra. Lo que repta en el tercer foso social no es ya la exigencia ahogada de lo absoluto; es el manifiesto de la materia. Allí el hombre se vuelve dragón. Tener hambre, tener sed, es el punto de partida; ser Satanás es el punto de llegada. De esa cueva sale Lacenaire.

Acabamos de ver, en el libro cuarto, uno de los compartimentos de la mina superior, de la gran zanja política, revolucionaria y filosófica. En ella, acabamos de decirlo, todo es noble, puro, digno, honrado. En ella es posible equivocarse, desde luego, pero el error es venerable porque implica un gran heroísmo. El conjunto de la labor que en ella se lleva a cabo tiene un nombre: Progreso.

Ha llegado el momento de divisar otras profundidades, las profundidades repulsivas.

Debajo de la sociedad, insistamos en ello, y hasta el día en que se disipe la ignorancia, estará la gran caverna del mal.

Esa cueva se halla debajo de todas las otras y es la enemiga de todas. Es el odio sin excepción. En esa cueva no hay filósofos. Su puñal no afiló nunca una pluma. Su negrura no tiene relación alguna con la negrura sublime del escritorio. Los dedos nocturnos que se crispan bajo ese techo asfixiante no hojearon nunca un libro ni abrieron un periódico. Para Cartouche, Babeuf es un explotador; para Schinderhannes, Marat es un aristócrata. El objetivo de esa cueva es que todo se venga abajo.

Todo. Incluidas las zanjas superiores, que aborrece. No se limita a minar con su repulsivo pulular el orden social actual; mina la filosofía, mina la ciencia, mina el derecho, mina el pensamiento humano, mina la civilización, mina la revolución, mina el progreso. Se llama, sencillamente, robo, prostitución, asesinato. Está hecha de tinieblas y quiere el caos. Su bóveda es de ignorancia.

Todas las demás, las de arriba, no tienen sino un objetivo: suprimirla. A eso tienden, con todos sus órganos a un tiempo, tanto mejorando la realidad cuanto contemplando lo absoluto, la filosofía y el progreso. Si destruimos la cueva Ignorancia, destruiremos el topo Crimen.

Recapitulemos en pocas palabras parte de lo que acabamos de escribir. El único peligro social es la Sombra.

Humanidad equivale a Identidad. Todos los hombres son de la misma arcilla. No hay diferencia alguna, al menos aquí abajo, en la predestinación. La misma sombra antes; la misma carne durante, la misma ceniza después. Pero la ignorancia, si se amasa mezclada con esa arcilla humana, la vuelve negra. Esa negrura incurable se mete dentro del hombre y se convierte en el Mal.