VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CLXX. Cómo el capitán Hernando Cortés envío a Castilla, a su majestad, ochenta mil pesos en oro y plata, y envío un tiro, que era una culebrina muy ricamente labrada de muchas figuras, y toda ella, o la mayor parte, era de oro bajo, revuelto con plata de Mechoacán, que por nombre se decía el Fénix, y también envío a su padre, Martín Cortés, sobre cinco mil pesos de oro; y lo que sobre ello avino diré adelante.

Pues como Cortés había recogido y allegado obra de ochenta mil pesos de oro, y la culebrina que se decía el Fénix ya era acabada de forjar, y salió muy extremada pieza para presentar a un tan alto emperador como nuestro gran César, y decía en un letrero que tenía escrito en la mesma culebrina: «Esta ave nació sin par, yo en serviros sin segundo, y vos sin igual en el mundo.» Todo lo envió a su majestad con un hidalgo natural de Toro, que se decía Diego de Soto, y no me acuerdo bien si fue en aquella sazón un Juan de Ribera, que era tuerto de un ojo, que tenía una nube, el cual había sido secretario de Cortés. A lo que yo sentí del Ribera, era un hombre no de buenas entrañas, porque cuando jugaba a naipes e a dados no me parecía que jugaba bien, y demás desto, tenía muchos malos reveses; y esto digo porque, llegado a Castilla, se alzó con los pesos de oro que le dio Cortés para su padre Martín Cortés, y porque se lo pidió Martín Cortés, y por ser el Ribera de suyo mal inclinado, no mirando a los bienes que Cortés le había hecho siendo un pobre hombre, en lugar de decir verdad y bien de su amo, dijo tantos males, y por tal manera los razonaba, que, como tenía gran retórica e había sido su secretario del mismo Cortés, le daban crédito, especial el obispo de Burgos. Y como el Narváez y el Cristóbal de Tapia, y los procuradores del Diego Velázquez y otros que les ayudaban, y había acaecido en aquella sazón la muerte de Francisco de Garay, todos juntos tornaron otra vez a dar muchas quejas de Cortés ante su majestad, y tantas y de tal manera, e dijeron que fueron parciales los jueces que puso su majestad, por dádivas que Cortés les envió para aquel efeto, que otra vez estaba revuelta la cosa, y Cortés tan desfavorecido, que lo pasara mal si no fuera por el duque de Béjar, que le favoreció y quedó por su fiador, que le enviase su majestad a tomar residencia o que no le hallaría culpado. Y esto hizo el Duque porque ya tenía tratado casamiento a Cortés con una señora sobrina suya, que se decía doña Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, don Carlos de Arellano, y hermana de unos caballeros y privados del Emperador.

Y como en aquella sazón llegaron los ochenta mil pesos de oro y las cartas de Cortés, dando en ellas muchas gracias; ofrecimientos a su majestad por las grandes mercedes que le había hecho en dalle la gobernación de Méjico, y haber sido servido mandalle favorecer con justicia en la sentencia que dio en su favor, cuando la junta que mandó hacer de los caballeros de su real consejo y cámara. En fin de más razones, todo lo que estaba dicho contra Cortés se tornó a sosegar con que le fuesen a tomar residencia, y por entonces no se habló mas en ello.