VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO LXXXIV. De ciertas pláticas e mensajeros que enviamos al gran Montezuma.

Como habían ya pasado catorce días que estábamos en Cholula, y no teníamos en qué entender, y vimos que quedaba aquella ciudad muy poblada, e hacían mercados, e habíamos hecho amistades entro ellos y los de Tlascala, e les teníamos puesto una cruz e amonestádoles las cosas tocantes a nuestra santa fe, y víamos que el gran Montezuma enviaba a nuestro real espías encubiertamente a saber e inquirir qué era nuestra voluntad, e si habíamos de pasar adelante para ir a su ciudad, porque todo lo alcanzaba a saber muy enteramente por dos embajadores que estaban en nuestra compañía; acordó nuestro capitán de entrar en consejo con ciertos capitanes e algunos soldados que sabía que le tenían buena voluntad, y porque, demás de ser muy esforzados, eran de buen consejo; porque ninguna cosa hacía sin primero tomar sobre ello nuestro parecer.

Y fue acordado que blanda y amorosamente enviásemos a decir al gran Montezuma que para cumplir con lo que nuestro rey y señor nos envió a estas partes, hemos pasado muchos mares e remotas tierras, solamente para le ver e decille cosas que le serían muy provechosas cuando las haya entendido; que viniendo que veníamos camino de su ciudad, porque sus embajadores nos encaminaron por Cholula, que dijeron que eran sus vasallos; e que dos días, los primeros que en ella entramos, nos recibieron muy bien, e para otro día tenían ordenada una traición, con pensamiento de matarnos; y porque somos hombres que tenemos tal calidad, que no se nos puede encubrir cosa de trato ni traición ni maldad que contra nosotros quieran hacer, que luego no la sepamos; e que por esta causa castigamos a algunos de los que querían ponerlo por obra. E que porque supo que eran sus sujetos, teniendo respeto a su persona y a nuestra gran amistad, dejó de matar y asolar todos los que fueron en pensar en la traición; y lo peor de todo es, que dijeron los papas e caciques que por consejo e mandado dél y de sus embajadores lo querían hacer; lo cual nunca creímos que tan gran señor como él es tal mandase, especialmente habiéndose dado por nuestro amigo; y tenemos colegido de su persona que, ya que tan mal pensamiento sus ídolos le pusiesen de darnos guerra, que sería en el campo; mas en tanto teníamos que pelease en campo como en poblado, que de día que de noche, porque los mataríamos a quien tal pensase hacer. Mas como lo tiene por grande amigo y le desea ver y hablar, luego nos partimos para su ciudad a dalle cuenta muy por entero de lo que el Rey nuestro señor nos mandó.