VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO LXXVII. Cómo trujeron las hijas a presentar a Cortés y a todos nosotros, y lo que sobre ello se hizo.

Otro día vinieron los mismos caciques viejos, y trujeron cinco indias hermosas, doncellas y mozas, y para ser indias eran de buen parecer y bien ataviadas, y traían para cada india otra moza para su servicio, y todas eran hijas de caciques, y dijo Xicotenga a Cortés: «Malinche, esta es mi hija, y no ha sido casada, que es doncella; tomadla para vos»; la cual le dio por la mano, y las demás que las diese a los capitanes; y Cortés se lo agradeció, y con buen semblante que mostró dijo que él las recibía y tomaba por suyas, y que ahora al presente que las tuviesen en su poder sus padres; y preguntaron los mismos caciques que por qué causa no las tomábamos ahora; y Cortés respondió: «Porque quiero hacer primero lo que manda Dios nuestro Señor, que es en el que creemos y adoramos, y a lo que me envió el Rey nuestro señor, que es que quiten sus ídolos, que no sacrifiquen ni maten más hombres, ni hagan otras torpedades malas que suelen hacer, y crean en lo que nosotros creemos, que es en un solo Dios verdadero»; y se les dijo otras muchas cosas tocantes a nuestra santa fe; y verdaderamente fueron muy bien declaradas, porque doña Marina y Aguilar, nuestras lenguas, estaban ya tan expertas en ello, que se les daba a entender muy bien; y se les mostró una imagen de nuestra Señora con su Hijo precioso en los brazos, y se les dio a entender cómo aquella imagen es figura como la de nuestra Señora, que se dice Santa María, que está en los altos cielos, y es la Madre de nuestro Señor, que es aquel niño Jesús que tiene en los brazos, y que le concibió por gracia del Espíritu Santo, quedando virgen antes del parto y en el parto y después del parto; y a aquesta gran Señora ruega por nosotros a su Hijo precioso, que es nuestro Dios y Señor; y les dijo otras muchas cosas que se convenían decir sobre nuestra Santa fe, y si quieren ser nuestros hermanos y tener amistad verdadera con nosotros; y para que con mejor voluntad tomásemos aquellas sus hijas, para tenellas, como dicen, por mujeres, que luego dejen sus malos ídolos, y crean y adoren en nuestro Señor Dios, que es el que nosotros creemos y adoramos, y verán cuánto bien les irían; porque, demás de tener salud y buenos temporales, sus cosas se les harán prósperamente, y cuando se mueran irán sus ánimas a los cielos a gozar de la gloria perdurable; y que si hacen los sacrificios que suelen hacer a aquellos sus ídolos, que son diablos, les llevarán a los infiernos, donde para siempre jamás arderán en vivas llamas.

Y porque en otros razonamientos se les había dicho otras cosas acerca de que dejasen los ídolos, en esta plática no se les dijo más, y lo que respondieron a todo es que dijeron: «Malinche, ya te hemos entendido antes de ahora; y bien creemos que ese vuestro Dios y esa gran Señora, que son muy buenos; mas mira: ahora venistes a estas nuestras tierras y casas; el tiempo andando entenderemos muy más claramente vuestras cosas, y veremos cómo son, y haremos lo que sea bueno. ¿Cómo quieres que dejemos nuestros teules, que desde muchos años nuestros antepasados tienen por dioses y les han adorado y sacrificado? E ya que nosotros, que somos viejos, por te complacer lo quisiésemos hacer, ¿qué dirán todos nuestros papas y todos los vecinos mozos y niños desta provincia, sino levantarse contra nosotros?…