VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO XLI. De lo que se hizo sobre el rescatar del oro, y de otras cosas que en el real pasaron.

Como vieron los amigos de Diego Velázquez, gobernador de Cuba, que algunos soldados rescatábamos oro, dijéronselo a Cortés que para qué lo consentía, y que no lo envió Diego Velázquez para que los soldados llevasen todo el más oro, y que era bien mandar pregonar que no rescatasen más de ahí adelante, sino fuese el mismo Cortés, y lo que hubiesen habido, que lo manifestasen para sacar el real quinto, e que se pusiese una persona que fuese conveniente para cargo de tesorero. Cortés a todo dijo que era bien lo que decían, y que la tal persona nombrasen ellas; y señalaron a un Gonzalo Mejía. Y después desto hecho, les dijo Cortés, no de buen semblante: «Mirá, señores, que nuestros compañeros pasan gran trabajo de no tener con qué se sustentar, y por esta causa habíamos de disimular, porque todos comiesen; cuanto más que es una miseria cuanto rescatan, que, mediante Dios, mucho es lo que habemos de haber, porque todas las cosas tienen su haz y envés; ya está pregonado que no rescaten más oro, como habéis querido; veremos de qué comeremos.» Aquí es donde dice el coronista Gómora que lo hacía Cortés porque no creyese Montezuma que se nos daba nada por oro; y no le informaron bien, que desde lo de Grijalva en el río de Banderas lo sabía muy claramente; y demás desto, cuando le enviamos a demandar el casco de oro en granos de las minas, y nos veían rescatar. Pues qué, ¡gente mejicana para no entendello!

Y dejemos esto pues dice que por información la sabe; y digamos cómo una mañana no amaneció indio ninguno de los que estaban en las chozas, que solían traer de comer, ni los que rescataban, y con ellos Pitalpitoque, que sin hablar palabra se fueron huyendo; y la causa fue, según después alcanzamos a saber, que se lo envió a mandar Montezuma, que no aguardase más pláticas de Cortés ni de los que con él estábamos; porque parece ser cómo el Montezuma era muy devoto de sus ídolos, que se decían Tezcatepuca y Huichilobos; el uno decían que era dios de la guerra, y el Tezcatepuca el dios del infierno, y les sacrificaba cada día muchachos para que le diesen respuesta de lo que había de hacer de nosotros, porque ya el Montezuma tenía pensamiento que si no nos tornábamos a ir en los navíos, de nos haber todos a las manos para que hiciésemos generación, y también para tener qué sacrificar; según después supimos, la respuesta que le dieron sus ídolos fue que no curase de oír a Cortés, ni las palabras que le enviaba a decir que tuviese cruz y la imagen de nuestra Señora, que no la trajesen a su ciudad; y por esta causa se fueron sin hablar. Y como vimos tal novedad, creímos que siempre estaban de guerra, y estábamos muy más a punto apercebidos.