VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO XVI. De lo que nos sucedió costeando las sierras de Tusta y deTuspa.

Después que de nosotros se partió el capitán Pedro de Albarado para ir a la isla de Cuba, acordó nuestro general con los demás capitanes y pilotos que fuésemos costeando y descubriendo todo lo que pudiésemos; e yendo por nuestra navegación, vimos las sierras de Tusta, y más adelante de ahí a otros dos días vimos otras sierras muy altas, que agora se llaman las sierras de Tuspa; por manera que unas sierras se dicen Tusta porque están cabe un pueblo que se dice así, y les otras sierras se dicen Tuspa porque se nombra el pueblo junto adonde aquellas están, Tuspa; e caminando más adelante vimos muchas poblaciones, y estarían la tierra adentro dos o tres leguas, y esto es ya en la provincia de Pánuco; e yendo por nuestra navegación, llegamos a un río grande, que le pusimos por nombre río de Canoas, e allí enfrente de la boca dél surgimos; y estando surtos todos tres navíos, y estando algo descuidados, vinieron por el río diez y seis canoas muy grandes llenas de indios de guerra, con arcos y flechas y lanzas, y vanse derechos al navío más pequeño, del cual era capitán Alonso de Ávila, y estaba más llegado a tierra, y dándole una rociada de flechas, que hirieron a dos soldados, echaron mano al navío como que lo querían llevar, y aun cortaron una amarra; y puesto que el capitán y los soldados peleaban bien, y trastornaron tres canoas, nosotros con gran presteza les ayudamos con nuestros bateles y escopetas y ballestas, y herimos más de la tercia parte de aquellas gentes; por manera que volvieron con la mala ventura por donde habían venido.

Y luego alzamos áncoras e dimos vela, e seguimos costa a costa hasta que llegamos a una punta muy grande; y era tan mala de doblar, y las corrientes muchas, que no podíamos ir adelante; y el piloto Antón de Alaminos dijo al General que no era bien navegar más aquella derrota, e para ello se dieron muchas causas, y luego se tomó consejo de lo que se había de hacer, y fue acordado que diésemos la vuelta a la isla de Cuba, lo uno porque ya entraba el invierno e no había bastimentos, e un navío hacía mucha agua, y los capitanes desconformes, porque el Juan de Grijalva decía que quería poblar, y el Francisco Montejo e Alonso de Ávila decían que no se podían sustentar por causa de los muchos guerreros que en la tierra había; e también todos nosotros los soldados estábamos hartos e muy trabajados de andar por la mar. Así que dimos vuelta a todas velas, y las corrientes que nos ayudaban, en pocos días llegamos en el paraje del gran río de Guacacualco, e no pudimos estar por ser el tiempo contrario, y muy abrazados con la tierra entramos en el río de Tonala, que se puso nombre entonces San Antón, e allí se dio carena al un navío que hacía mucha agua, puesto que tocó tres veces al estar en la barra, que es muy baja; y estando aderezando nuestro navío vinieron muchos indios del puerto de Tonala, que estaba una legua de allí, e trujeron pan de maíz y pescado e fruta, y con buena voluntad nos lo dieron; y el Capitán les hizo muchos halagos e les mandó dar cuentas verdes y diamantes, e les dijo por señas que trujesen oro o rescatar, e que les daríamos de nuestro rescate; e traían joyas de oro bajo, e se les daban cuentas por ello. Y desque lo supieron los de Guanacacualco e de otros pueblos comarcanos que rescatábamos, también vinieron ellos con sus piecezuelos, e llevaron cuentas verdes, que aquellos tenían en mucho.