Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Segunda Parte: Cosette

Libro séptimo

Paréntesis

Cap V : La oración.

Rezan.

¿A quién?

A Dios.

Rezar a Dios, ¿eso qué quiere decir?

¿Existe un infinito fuera de nosotros? ¿Ese infinito es uno, inmanente, permanente, necesariamente sustancial ya que es infinito, y que, si le faltase la materia, tendría esa limitación? ¿Necesariamente inteligente, ya que es infinito, y que, si le faltase la inteligencia, en eso sería finito? ¿Despierta ese infinito en nosotros la idea de esencia, mientras que no podemos atribuirnos a nosotros más idea que la de existencia? Dicho en otras palabras, ¿no es acaso ese absoluto del que nosotros somos lo relativo?

Al tiempo que hay un infinito fuera de nosotros, ¿es que no hay acaso un infinito en nosotros? Esos dos infinitos (¡qué plural terrible!) ¿no se superponen? ¿No subyace el segundo infinito en el primero, por así decirlo? ¿No es su espejo, su reflejo, su eco, abismo concéntrico de otro abismo? ¿Es también inteligente ese segundo infinito? ¿Piensa? ¿Ama? ¿Quiere? Si los dos infinitos son inteligentes, ambos poseen un principio volente, y hay un yo en el infinito de arriba de la misma forma que hay un yo en el infinito de abajo. El yo de abajo es el alma; el yo de arriba es Dios.

A poner en contacto mediante el pensamiento el infinito de abajo y el infinito de arriba lo llamamos rezar.

No le quitemos nada a la mente humana; suprimir es malo. Hay que reformar y transformar. El hombre tiene algunas facultades que se orientan hacia lo Desconocido; el pensamiento, la ensoñación, la oración. Lo Desconocido es un océano. ¿Qué es la conciencia? Es la brújula de lo Desconocido. Pensamiento, ensoñación, oración: he aquí unas irradiaciones misteriosas. Respetémoslas. ¿Dónde van esas irradiaciones majestuosas del alma? A la oscuridad; es decir, a la luz.

La grandeza de la democracia reside en que ni niega nada ni reniega de nada que tenga que ver con la humanidad. Junto al derecho del Hombre, o, al menos, a su lado, está el derecho del Alma.

Aplastar los fanatismos y venerar lo infinito, tal es la ley. No nos limitemos a prosternarnos a los pies del árbol Creación y a contemplar sus ramas inmensas cargadas de astros. Tenemos un deber: trabajar en pro del alma humana; defender el misterio contra el milagro; adorar lo incomprensible y rechazar lo absurdo; no admitir sino lo indispensable en el ámbito de lo inexplicable; sanear la creencia; quitarle de encima las supersticiones a la religión; quitarle las orugas a Dios.