VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO XCVI. Cómo nuestro Cortés envió a la Villa-Rica por teniente y capitán a un hidalgo que se decía Alonso de Grado, en lugar del alguacil mayor Juan de Escalante, y el alguacilazgo mayor se le dio a Gonzalo de Sandoval, y desde entonces fue alguacil mayor; y lo que después paso diré adelante.

Después de hecha justicia de Quelzalpopoca y sus capitanes, e sosegado el gran Montezuma, acordó de enviar nuestro capitán a la Villa-Rica por teniente della a un soldado que se decía Alonso de Grado, porque era hombre muy entendido y de buena plática y presencia, y músico e gran escribano. Este Alonso de Grado era uno de los que siempre fue contrario de nuestro capitán Cortés porque no fuésemos u Méjico y nos volviésemos a la Villa-Rica, cuando hubo en lo de Tlascala ciertos corrillos, ya por mí dichos en el capítulo que dello había; y el Alonso de Grado era el que lo mullía y hablaba; y si como era hombre de buenas gracias fuera hombre de guerra, bien le ayudara todo junto; esto digo porque cuando nuestro Cortés le dio el cargo, como conocía su condición, que no era hombre de afrenta, y Cortés era gracioso en lo que decía, le dijo: «He aquí, señor Alonso de Grado, vuestros deseos cumplidos, que iréis ahora a la Villa-Rica, como lo deseábades, y entenderéis en la fortaleza; y mirad no vais a ninguna entrada, como hizo Juan de Escalante, y os maten»; y cuando se lo estaba diciendo guiñaba el ojo porque lo viésemos los soldados que allí nos hallábamos y sintiésemos a qué fin lo decía; porque sabía dél que aunque se lo mandara con pena no fuera.

Pues dadas las provisiones e instrucciones de lo que había de hacer, el Alonso de Grado le suplicó a Cortés que le hiciese merced de la vara de alguacil mayor, como la tenía el Juan de Escalante que mataron los indios, y le dijo que ya la había dado a Gonzalo de Sandoval, y que para él no le faltaría, el tiempo andando, otro oficio muy honroso, y que se fuese con Dios; y le encargó que mirase por los vecinos e los honrase, y a los indios amigos no se les hiciese ningún agravio ni se les tomase cosa por fuerza, y que dos herreros que en aquella villa quedaban, y les había enviado a decir y mandar que luego hiciesen dos cadenas gruesas del hierro y anclas que sacaron de los navíos que dimos al través, que con brevedad las enviase, y que diese priesa a la fortaleza que se acabase de enmaderar y cubrir de teja.

Y como el Alonso de Grado llegó a la villa, mostró mucha gravedad con los vecinos, y queríase hacer servir dellos como gran señor, e a los pueblos que estaban de paz, que fueron más de treinta, los enviaba a demandar joyas de oro e indias hermosas; y en la fortaleza no se le daba nada de entender en ella, y en lo que gastaba el tiempo era en bien comer y en jugar; y sobre todo esto, que fue peor que lo pasado, secretamente convocaba a sus amigos e a los que no lo eran para que si viniese a aquella tierra Diego Velázquez de Cuba o cualquier su capitán, de dalle la tierra e hacerse con él; todo lo cual muy en posta se lo hicieron saber por cartas a Cortés a Méjico; y como lo supo, hubo enojo consigo mismo por haber enviado a Alonso de Grado conociéndole sus malas entrañas e condición dañada; y como Cortés tenía siempre en el pensamiento que Diego Velázquez, gobernador de Cuba…