Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Cuarta Parte: El idilio de la calle de Plumet y La epopeya de la calle de Saint-Denis

Libro octavo

Delicias y desconsuelos

Cap V : Cosas de la noche.

Cuando se fueron los bandidos, la calle de Plumet recobró su apacible aspecto nocturno.

Lo que acababa de suceder en aquella calle no habría sido motivo de asombro en un bosque. Los grupos de árboles elevados, los sotos, los brezos, las ramas trenzadas con aspereza, las hierbas crecidas existen de forma oscura; ese pulular silvestre intuye las súbitas apariciones de lo invisible; cuanto se halla más abajo del hombre divisa entre la niebla lo que está más allá del hombre; y nuestros asuntos ignorados, los de los vivos, se enfrentan en la oscuridad. La naturaleza, erizada y salvaje, se asusta al notar cerca a veces lo que toma por sobrenatural. Las fuerzas de la sombra se conocen y establecen entre sí misteriosos equilibrios. Los dientes y las garras temen lo inaprensible. La bestialidad bebedora de sangre, los voraces apetitos hambrientos en pos de la presa, los instintos armados de uñas y dientes que nacen del vientre y van al vientre miran y olfatean intranquilos ese trazo impasible y espectral que merodea cubierto con un sudario, erguido en la túnica suelta y estremecida, y que les parece que vive con vida muerta y terrible. A esas existencias brutales, que no son sino materia, las amedrenta confusamente tener que vérselas con la oscuridad inmensa que se condensa en un ser desconocido. Si una silueta negra le cierra el paso, la fiera se detiene en seco. Lo que sale del cementerio intimida y desconcierta a lo que sale del antro; lo feroz teme a lo siniestro; los lobos retroceden cuando se topan con el vampiro.