038 – Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, escrita por Bernal Díaz del Castillo – Cap 38: Cómo llegamos con todos los navíos a San Juan de Ulúa, y lo que allí pasamos.

VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO XXXVIII. Cómo llegamos con todos los navíos a San Juan de Ulúa, y lo que allí pasamos.

En Jueves Santo de la Cena del Señor de 1519 años llegamos con toda la armada al puerto de San Juan de Ulúa; y como el piloto Alaminos lo sabía muy bien desde cuando venimos con Juan de Grijalva, luego mandó surgir en parte que los navíos estuviesen seguros del norte, y pusieron en la nao capitana sus estandartes reales y veletas, y desde obra de media hora que surgimos, vinieron dos canoas muy grandes (que en aquellas partes a las canoas grandes llaman piraguas), y en ellas vinieron muchos indios mejicanos, y como vieron los estandartes y navío grande, conocieron que allí habían de ir a hablar al Capitán, y fuéronse derechos al navío, y entran dentro y preguntan quién era el Tlatoan, que en su lengua dicen el señor. Y doña Marina, que bien lo entendió, porque sabía muy bien la lengua, se lo mostró. Y los indios hicieron mucho acato a Cortés a su usanza, y le dijeron que fuese bien venido, e que un criado del gran Montezuma, su señor, les enviaba a saber qué hombres éramos e qué buscábamos, e que si algo hubiésemos menester para nosotros y los navíos, que se lo dijésemos, que traerían recaudo para ello.

Y nuestro Cortés respondió con las dos lenguas, Aguilar y doña Marina, que se lo tenía en merced; y luego les mandó dar de comer y beber vino, y unas cuentas azules, y cuando hubieron bebido, les dijo que veníamos para vellos y contratar, y que no se les haría enojo ninguno, e que hubiesen por buena nuestra llegada a aquella tierra. Y los mensajeros se volvieron muy contentos a su tierra; y otro día, que fue Viernes Santo de la Cruz, desembarcamos, así caballos como artillería, en unos montones de arena, que no había tierra llana, sino todos arenales, y asestaron los tiros como mejor le pareció al artillero, que se decía Mesa, y hicimos un altar, adonde se dijo luego misa, e hicieron chozas y enramadas para Cortés y para los capitanes, y entre tres soldados acarreábamos madera e hicimos nuestras chozas, y los caballos se pusieron adonde estuviesen seguros; y en esto se pasó aquel Viernes Santo. Y otro día sábado, víspera de Pascua, vinieron muchos indios que envió el principal que era gobernador de Montezuma, que se decía Pitalpitoque, que después le llamamos Ovandillo, y trujeron hachas y adobaron las chozas del capitán Cortés y los ranchos que más cerca hallaron, y les pusieron mantas grandes encima, por amor del sol, que era cuaresma e hacía muy gran calor, y trujeron gallinas y pan de maíz y ciruelas, que era tiempo dellas, y paréceme que entonces trajeron unas joyas de oro, y todo lo presentaron a Cortés, e dijeron que otro día había de venir un gobernador a traer más bastimento. Cortés se lo agradeció mucho y les mandó dar ciertas cosas de rescate, con que fueron muy contentos.