Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Tercera Parte: Marius

Libro octavo

El mal pobre

Cap XV : La lista de la compra de Jondrette.

Poco después, a eso de las tres, Courfeyrac pasaba con Bossuet, casualmente, por la calle de Mouffetard. La nieve caía a más y mejor y lo llevaba todo. Bossuet le iba diciendo a Courfeyrac:

—Con tantos copos de nieve parece que hay en el cielo una peste de mariposas blancas.

De pronto, Bossuet divisó a Marius, que iba por la calle del postigo arriba y tenía un aspecto peculiar.

—¡Anda! —exclamó Bossuet—. ¡Marius!

—Ya lo he visto —dijo Courfeyrac—. Vale más no dirigirle la palabra.

—¿Por qué?

—Está ocupado.

—¿En qué?

—Pero ¿es que no ves la pinta que tiene?

—¿Qué pinta?

—Pinta de ir siguiendo a alguien.

—Es verdad —dijo Bossuet.

—¡Fíjate en qué mirada lleva! —añadió Courfeyrac.

—Pero ¿a quién demonios sigue?

—A alguna jovencita ligera de cascos en la flor de la vida. Está enamorado.

—Pero —comentó Bossuet— es que no veo ni jovencitas, ni cascos, ni flores, ni vida por la calle. No hay ni una mujer.

Courfeyrac miró y exclamó:

—¡Está siguiendo a un hombre!

Efectivamente, un hombre tocado con una gorra y a quien se le veía la barba gris aunque estuviera de espaldas caminaba unos veinte pasos por delante de Marius.

Aquel hombre llevaba un levita nueva que le estaba grande y unos pantalones espantosos, hechos jirones y sucios de barro negro.

Bossuet se echó a reír:

—¿Y quién será ese hombre?

—¿Ése? —contestó Courfeyrac—. Un poeta. Los poetas son aficionados a los pantalones de comerciante de pieles de conejo y las levitas de miembro del Senado.

—Vamos a ver dónde va Marius —dijo Bossuet— y vamos a ver dónde va ese hombre. Los seguimos, ¿te parece?

—¡Bossuet! —exclamó Courfeyrac—. ¡Aigle de Meaux! Es usted un borrico asombroso. ¡Seguir a un hombre que va siguiendo a un hombre!

Y se volvieron por donde habían venido.

Marius, efectivamente, había visto pasar a Jondrette por la calle de Mouffetard y lo estaba espiando.

Jondrette iba a lo suyo sin sospechar que tuviese ya unos ojos clavados en él.