VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CCVIII. Cómo los indios de toda la Nueva España tenían muchos sacrificios y torpedades, y se los quitamos, y les impusimos en las cosas santas de buena doctrina.

Pues he dado cuenta de cosas que se contienen, bien es que diga los bienes que se han hecho, así para el servicio de Dios y de su majestad, con nuestras ilustres conquistas; y aunque fueron tan costosas de las vidas de todos los más de mis compañeros, porque muy pocos quedamos vivos, y los que murieron fueron sacrificados, y con sus corazones y sangre ofrecidos a los ídolos mejicanos, que se decían Tezcatepuca y Huichilobos, quiero comenzar a decir de los sacrificios que hallamos por las tierras y provincias que conquistamos, las cuales estaban llenas de sacrificios y maldades, porque mataban cada un año, solamente en Méjico y ciertos pueblos que están en la laguna, sus vecinos, según hallo por cuenta que dello hicieron religiosos franciscos, que fueron los primeros que vinieron a la Nueva España, después de fray Bartolomé de Olmedo, tres años y medio antes que viniesen los dominicos, que fueron muy buenos religiosos y de santa doctrina; y hallaron sobre dos mil y quinientas personas, chicas y grandes. Pues en otras provincias a esta cuenta muchos más serían; y tenían otras maldades de sacrificios, y por ser de tantas maneras, no los acabaré de escribir todas por extenso; mas las que yo vi y entendí porné aquí por memoria.

Tenían por costumbre que sacrificaban las frentes y las orejas, lenguas y labios, los pechos, brazos y molledos, y las piernas; y en algunas provincias eran retajados, y tenían pedernales de navajas, con que se retajaban. Pues los adoratorios, que son cúes, que así los llaman entre ellos, eran tantos, que los doy a la maldición, y me parece que eran casi que al modo como tenemos en Castilla y en cada ciudad nuestras santas iglesias y parroquias, y ermitas y humilladeros, así tenían en esta tierra de la Nueva España sus casas de ídolos llenas de demonios y diabólicas figuras; y demás destos cúes, tenían cada indio e india dos altares, el uno junto adonde dormían, y el otro a la puerta de su casa, y en ellos muchas arquillas de maderas, y otros que llaman petacas, llenos de ídolos, unos chicos y otros grandes, y piedrezuelas y pedernales, y librillos de un papel de cortezas de árbol, que llaman amatl, y en ellos hechos sus señales del tiempo y de cosas pasadas. Y demás desto, eran los mas dellos sométicos, en especial los que vivían en las costas y tierra caliente, en tanta manera, que andaban vestidos en hábito de mujeres muchachos a ganar en aquel diabólico y abominable oficio.