Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Segunda Parte: Cosette

Libro séptimo

Paréntesis

Cap VII : Precauciones que se deben tomar en la reprobación.

Precauciones que se deben tomar en la reprobación

La historia y la filosofía tienen obligaciones sempiternas que son, al mismo tiempo, obligaciones sencillas: combatir a Caifás, por ser obispo; a Dracón, por ser juez; a Trimalción, por ser legislador; a Tiberio, por ser emperador; ésas son cosas claras, directas y límpidas y no hay en ellas oscuridad alguna. Pero el derecho de vivir aparte, incluso con sus inconvenientes y sus abusos, requiere que dejemos constancia de él y tengamos miramientos. La vida cenobial es un problema humano.

Cuando hablamos de los conventos, de esos lugares de error, pero de inocencia; de extravío, pero de buena voluntad; de ignorancia, pero de abnegación; de suplicio, pero de martirio, hay que decir casi siempre sí y no.

Un convento es una contradicción. La finalidad es la salvación; el medio es el sacrificio. El convento es el egoísmo supremo cuya resultante es la abnegación suprema.

Abdicar para reinar parece ser la divisa del monacato.

En el claustro, se sufre para gozar. Se emite una letra de cambio a cuenta de la muerte. Se descuenta en oscuridad terrenal la luz celestial. En el claustro se acepta el infierno como anticipo de herencia del paraíso.

Tomar los hábitos, el velo o la cogulla es un suicido que se cobra en moneda de eternidad.

No creemos que en un asunto como éste sea de recibo la mofa. Todo en él es serio, lo bueno y lo malo.

El hombre justo frunce el entrecejo, pero nunca sonríe con sonrisa maliciosa. Podemos entender la ira, pero no la malicia.