VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CLXXVIII. Cómo seguimos nuestro viaje, y lo que en ello nos avino.

Como salimos del pueblo cercado, que ansí le llamábamos de allí adelante, entramos en bueno y llano camino, y todo cabañas y sin árboles, y hacía un sol tan caluroso y recio, que otro mayor resistero no habíamos tenido en el camino. E yendo por aquellos campos rasos, había tantos de venados y corrían tan poco, que luego los alcanzábamos a caballo, por poco que corríamos tras ellos, y se mataron sobre veinte; y preguntando a las guías que llevábamos que cómo corrían tan poco aquellos venados, y no se espantaban de los caballos ni de otra cosa ninguna, dijeron que en aquellos pueblos, que ya he dicho que se decían los mazotecas, que los tienen por sus dioses, porque les ha parecido en su figura, y que les mandó su ídolo que no les maten ni espanten, y que ansí lo han hecho, y que a esta causa no huyen, y en aquella caza, a un pariente de Cortés, que se decía Palacios Rubios, se le murió un caballo porque se le derritió la manteca en el cuerpo con el gran calor y corrió mucho.

Dejemos la caza, y digamos que luego llegamos a las poblaciones quemadas, que era mancilla verlo todo destruido e quemado. E yendo por nuestras jornadas, como Cortés siempre enviaba adelante corredores del campo a caballo y sueltos peones, alcanzaron dos indios naturales de otro pueblo que estaba adelante, por donde habíamos de ir, que venían de caza y cargados de un gran león y muchas iguanas, que son de hechura de sierpes chicas, que en estas partes ansí las llaman, iguanas, que son muy buenas de comer; y les preguntaron que si estaba cerca su pueblo, y dijeron que sí y que ellos guiarían hasta el pueblo, y estaba en una isleta cercada de agua dulce, que no podíamos pasar por la parte que íbamos sino en canoas, y rodeamos poco más de media legua; y tenían paso, que daba el agua hasta la cinta, y hallámosle poblado con la mitad de los vecinos, porque los demás se habían dado buena priesa a esconder con sus haciendas entre unos carrizales, donde tenían cerca sus sementeras, donde durmieron muchos de nuestros soldados que se quedaron en los maizales, y tuvieron bien de cenar y se bastecieron para otros días; y hallamos en el pueblo un gran lago de agua dulce, y tan lleno de pescados grandes, que parecían como sábalos, muy desabridos, que tienen muchas espinas, y con unas mantas viejas y con redes rotas que hallamos, en aquel pueblo, porque ya estaba despoblado, se pescaron todos los peces que había en el agua, que eran mas de mil; y allí buscamos guías, las cuales se tomaron en unas labranzas; y de que Cortés les hubo hablado con doña Marina que nos encaminasen a los pueblos adonde había hombres con barbas y caballos, se alegraron cómo no les hacíamos mal ninguno; y dijeron que ellos nos mostrarían el camino de buena voluntad, que de antes creían que los queríamos matar; y fueron cinco dellos con nosotros por un camino bien ancho, y mientras más adelante íbamos se iba ensangostando, a causa de un gran río y estero que allí cerca estaba, que parece ser en él se embarcaban y desembarcaban en canoas, e iban por agua al pueblo donde habíamos de ir, que se dice Tayasal, el cual está en una isleta cerca de agua, e si no es en canoas, no pueden entrar en él por tierra, y blanqueaban las casas y adoratorios de mas de dos leguas que se parecían, y era cabecera de otros pueblos chicos que allí cerca están.