VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CXVI. Como acordó Cortés con todos nuestros capitanes y soldados que tornásemos a enviar al real de Narváez al fraile de la Merced, que era muy sagaz y de buenos medios, y que se hiciese muy servidor del Narváez, e que se mostrase favorable a su parte más que no a la de Cortés, e que secretamente convocase al artillero que se decía Rodrigo Martín e a otro artillero que se decía Usagre, e que hablase con Andrés de Duero para que viniese a verse con Cortés; e que otra carta que escribiésemos al Narváez que mirase que se la diese en sus manos, e lo que en tal caso convenía, e que tuviese mucha advertencia; y para esto llevo mucha cantidad de tejuelos e cadenas de oro para repartir.

Pues como ya estábamos en el pueblo todos juntos, acordamos que con el padre de la Merced se escribiese otra carta al Narváez, que decían en ella así, o otras palabras formales como estas que diré, después de puesto su acato con gran cortesía; que nos habíamos holgado de su venida, e creíamos que con su generosa persona haríamos gran servicio a Dios nuestro Señor y a su majestad; e que no nos ha querido responder cosa ninguna, antes nos llama de traidores, siendo muy leales servidores del Rey; e ha revuelto toda la tierra con las palabras que envió a decir a Montezuma; e que le envió Cortés a pedir por merced que escogiese la provincia en cualquiera parte que él quisiese quedar con la gente que tiene, o fuese adelante, e que nosotros iríamos a otras tierras e haríamos lo que a buenos servidores de su majestad somos obligados; e que le hemos pedido por merced que si trae provisiones de su majestad que envíe los originales para ver y entender si vienen con la real firma y ver lo que en ellas se contiene, para que luego que lo veamos, los pechos por tierra para obedecerla; e que no ha querido hacer lo uno ni lo otro, sino tratarnos mal de palabra y revolver la tierra; que le pedimos y requerimos de parte de Dios y del Rey nuestro señor que dentro en tres días envíe a notificar los despachos que trae con escribano de su majestad, e que cumpliremos como mandado del Rey nuestro señor todo lo que en las reales provisiones mandare; que para aquel efeto nos hemos venido a aquel pueblo de Panguenezquita, por estar más cerca de su real; e que si no trae las provisiones y se quisiere volver a Cuba, que se vuelva y no alborote más la tierra, con protestación que si otra cosa hace, que iremos contra él a le prender y enviallo preso a nuestro rey y señor, pues sin su real licencia nos viene a dar guerra e desasosegar todas las ciudades; e que todos los males e muertes y fuegos y menoscabos que sobre esto acaecieren, que sea a su cargo, y no al nuestro; y esto se escribe ahora por carta misiva, porque no osa ningún escribano de su majestad írselo a notificar, por temor no le acaezca tan gran desacato como el que se tuvo con un oidor de su majestad, y que ¿dónde se vio tal atrevimiento de le enviar preso?