VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.
CAPÍTULO CXIII. Cómo hubieron palabras el capitán Pánfilo de Narváez y el oidor Lucas Vázquez de Aillón, y el Narváez le mandó prender y le envío en un navío preso a Cuba o a Castilla, y lo que sobre ello avino.
Parece ser que, como el oidor Lucas Vázquez de Aillón venía a favorecer las cosas de Cortés y de todos nosotros, porque así se lo había mandado la real audiencia de Santo Domingo y los frailes Jerónimos que estaban por gobernadores, como sabían los muchos y buenos y leales servicios que hacíamos a Dios primeramente y a nuestro rey y señor, y del gran presente que enviamos a Castilla con nuestros procuradores; e demás de lo que la audiencia real le mandó, como el oidor vio las cartas de Cortés, y con ellas tejuelos de oro, si de antes decía que aquella armada que enviaba era injusta, y contra toda justicia que contra tan buenos servidores del Rey como éramos era mal hecho venir, de allí adelante lo decía muy clara y abiertamente; y decía tanto bien de Cortés y de todos los que con él estábamos, que ya en el real de Narváez no se hablaba de otra cosa. Y demás desto, como veían y conocían en el Narváez ser la pura miseria, y el oro y ropa que el Montezuma les enviaba todo se lo guardaba, y no daba cosa dello a ningún capitán ni soldado; antes decía, con voz, que hablaba muy entonado, medio de bóveda, a su mayordomo: «Mirad que no falte ninguna manta, porque todas están puestas por memoria»; e como aquello conocían dél, e oían lo que dicho tengo del Cortés y los que con él estábamos, de muy francos, todo su real estaba medio alborotado, y tuvo pensamiento el Narváez que el oidor entendía en ello, e poner cizaña. Y demás desto, cuando Montezuma les enviaba bastimento, que repartía el despensero o mayordomo de Narváez, no tenía cuenta con el oidor ni con sus criados, como era razón, y sobre ello hubo ciertas cosquillas y ruido en el real; y también porque el consejo que daban al Narváez el Salvatierra, que dicho tengo que venía por veedor, y Juan Bono, vizcaíno, y un Gamarra, y sobre todo, los grandes favores que tenía de Castilla de don Juan Rodríguez de Fonseca, obispo de Burgos, tuvo tan gran atrevimiento el Narváez, que prendió al oidor del Rey, a él y a su escribano y ciertos criados, y lo hizo embarcar en un navío, y los envió presos u Castilla o a la isla de Cuba.
Y aun sobre todo esto, porque un hidalgo que se decía Fulano de Oblanco y era letrado, decía al Narváez que Cortés era muy servidor del Rey, y todos nosotros los que estábamos en su compañía éramos dignos de muchas mercedes, y que parecía mal llamarnos traidores, y que era mucho más mal prender a un oidor de su majestad; y por esto que le dijo, le mandó echar preso; y como el Gonzalo de Oblanco era muy noble, de enojo murió dentro de cuatro días. También mandó echar presos a otros dos soldados de los que traía en su navío, que sabía que hablaban bien de Cortés, y entre ellos fue un Sancho de Barahona, vecino que fue de Guatimala.