Fausto – Johann Wolfgang Von Goethe

Cuarto de estudio

Fausto entra con el perro.

Fausto

En tinieblas hundido

está el campo y el prado;

cierto terror sagrado,

con mil presentimientos confundido,

hacia el bien mi alma agita.

Quietos duermen los ímpetus bestiales

y mi pecho palpita

solo de amor a Dios y a los mortales.

¡Ya tu inquietud, oh perro, mi ira enciende!

¿Qué roes en el quicio?

Tras la estufa te tiende

que es mi mejor estrado, sin bullicio

ya que pues, con tus saltos y carreras,

no ha mucho mi vista distrajeras.

Me plazco en recibirte con agrado

pero cual huésped cómodo y callado.

Cuando la amiga lámpara, su lumbre

lanza de nuevo en nuestro cuarto estrecho,

claros entonce, el corazón y el pecho

que a sí bien se conocen, resplandecen.

De nuevo la razón a hablar empieza;

esperanzas, de nuevo, reverdecen

y el alma en sed ardida

anhela por las fuentes de la vida.

¡No gruñas, perro! A los sagrados trinos

que inundan toda mi alma, no convienen

tus compases ferinos.

Muy hecho a ver, los hombres ya me tienen

que los que no comprenden menosprecian

y que si quizá aprecian,

del bien y la belleza, los destellos,

de mala gana lo hacen;

¿refunfuñar pretendes, tú como ellos?

¡Pero, ay de mí, ya siento,

a pesar de mi esfuerzo, que no fluye,

de mi pecho, la calma ni el contento!

¿Pero por qué concluye

tan pronto ¡ay! el torrente

dejándonos con sed aun más ardiente?

Harto yo lo he probado, mas podemos

esta falta sanar, pues aprendemos

lo que el confín del mundo sobrepasa

a apreciar, y el deseo nos abrasa

de la revelación que no fulgura

nunca más que en el Nuevo Testamento.

Respetuosos abramos

el sacro original en el momento

y su decir, con la intención más pura,

a mi querido idioma traduzcamos.

(Abre un volumen y se prepara a hacerlo.)

Escrito está que: «¡El Verbo al principio era!»

Pasar de aquí yo no oso,

¿quién me habrá de ayudar? Jamás pudiera

al verbo, yo, creer tan poderoso.

De otro modo más claro y conveniente

se debe traducir si bien me inspira

hoy en esto mi mente.

Escrito está: «¡Al principio era el Sentido!»

El primer paso mira;

apresurada, no tu pluma sea.

¿Pero quien todo lo hace y todo crea

es acaso el sentido?

Debe ser: «¡Al principio era la Fuerza!»

Pero mientras lo escribo

algo me dice que esto no es exacto.

¡Me inspira el cielo!, claro lo concibo,

puedo escribir: «¡Era al principio el Acto!»

Si este mi cuarto he de partir contigo

deja, perro, aullido y movimiento.

Tan fastidioso amigo

ya aquí más no consiento.

De mi cuarto pues sal, aunque no fuera

así tratarte, nunca mi deseo,

¡ve! franca está la puerta, a tu carrera.

Pero, ¿qué es lo que veo?

¿Naturalmente, acaso, esto acontece?

¿Es una realidad? ¿Es devaneo?

¡Cómo el perro se alarga, cómo crece!

¡Ya alzándose cual cerro,

figura no es de perro!

¿Qué espíritu, qué espectro traje a casa?

Con su hocico tremendo