VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CXLI. Cómo nuestro capitán Cortés fue a una entrada al pueblo de Saltocán, que está de la ciudad de Méjico obra de seis leguas, puesto y poblado en la laguna, y dende allí a otros pueblos; y lo que en el camino paso diré adelante.

Como habían venido allí a Tezcuco sobre quince mil tlascaltecas con la madera de los bergantines, y había cinco días que estaban en aquella ciudad sin hacer cosa que de contar sea, y no tenían mantenimientos, antes les faltaban; y como el capitán de los tlascaltecas era muy esforzado y orgulloso, que ya he dicho otras veces que se decía Chichimecatecle, dijo a Cortés que quería ir a hacer algún servicio a nuestro gran emperador y batallar contra mejicanos, ansí por mostrar sus fuerzas y buena voluntad para con nosotros, como para vengarse de las muertes y robos que habían hecho a sus hermanos y vasallos, ansí en Méjico como en sus tierras; y que le pedía por merced que ordenase y mandase a qué parte podrían ir que fuesen nuestros enemigos; y Cortés les dijo que les tenía en mucho su buen deseo, y que otro día quería ir a un pueblo que se dice Saltocán, que está de aquella ciudad cinco leguas, mas que están fundadas las casas en el agua de la laguna, e que había entrada para él por tierra; el cual pueblo había enviado a llamar de paz días había tres veces, y no quiso venir, y que les tornó a enviar mensajeros nuevamente con los de Tepetezcuco y de Obtumba, que eran sus vecinos, y que en lugar de venir de paz, no quisieron, antes trataron mal a los mensajeros y descalabraron dellos, y la respuesta que dieron fue, que si allá íbamos, que no tenían menos fuerza y fortaleza; que fuesen cuando quisiesen, que en el campo les hallaríamos; e que habían tenido aquella respuesta de sus ídolos que allí nos matarían, y que les aconsejaron los ídolos que esta respuesta diesen; y a esta causa Cortés se apercebió para ir él en persona a aquella entrada, y mandó a ducientos y cincuenta soldados que fuesen en su compañía, y treinta de a caballo, y llevó consigo a Pedro de Albarado y a Cristóbal de Olí y muchos ballesteros y escopeteros, y a todos los tlascaltecas, y una capitanía de hombres de guerra de Tezcuco, y los más dellos principales; y dejó en guarda de Tezcuco a Gonzalo de Sandoval, para que mirase mucho por los bergantines y real, no diesen una noche en él; porque ya he dicho que siempre habíamos de estar la barba sobre el hombro, lo uno por estar tan a la raya de Méjico, y lo otro por estar en tan gran ciudad como era Tezcuco, y todos los vecinos de aquella ciudad eran parientes y amigos de mejicanos; y mandó al Sandoval y a Martín López, maestro de hacer los bergantines, que dentro de quince días los tuviesen muy a punto para echar al agua y navegar en ellos, y se partió de Tezcuco para hacer aquella entrada.