VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CXXXIX. Cómo vinieron tres pueblos comarcanos a Tezcuco a demandar paces y perdón de las guerras pasadas y muertes de españoles, y los descargos que daban sobre ello, y cómo fue Gonzalo de Sandoval a Chalco y Talmalanco en su socorro contra mejicanos, y lo que más pasó.

Habiendo dos días que estábamos en Tezcuco de vuelta de la entrada de Iztapalapa, vinieron a Cortés tres pueblos de paz a demandar perdón de las guerras pasadas y de muertes de españoles que mataron, y los descargos que daban era que el señor de Méjico que alzaron después de la muerte del gran Montezuma, el cual se decía Coadlauaca, que por su mandado salieron a dar guerra con los demás sus vasallos; y que si algunos teules mataron y prendieron y robaron, que el mismo Señor les mandó que así lo hiciesen; y los teules, que se los llevaron a Méjico para sacrificar, y también le llevaron el oro y cabal los y ropa; y que ahora, que piden perdón por ello, y que por esta causa que no tienen culpa ninguna, por ser mandados y apremiados por fuerza para que lo hiciesen; y los pueblos que digo que en aquella sazón vinieron se decían Tepetezcuco y Obtumba: el nombre del otro pueblo no me acuerdo; mas sé decir que en este de Obtumba fue la nombrada batalla que nos dieron cuando salimos huyendo de Méjico, adonde estuvieron juntos los mayores escuadrones de guerreros que ha habido en toda la Nueva España contra nosotros, adonde creyeron que no escapáramos con las vidas, según más largo lo tengo escrito en los capítulos pasados que dello hablan; y como aquellos pueblos se hallaban culpados y habían visto que habíamos ido a lo de Iztapalapa, y no les fue muy bien con nuestra ida, y aunque nos quisieron anegar con el agua y esperaron dos batallas campales con muchos escuadrones mejicanos; en fin, por no se hallar en otras como las pasadas, vinieron a demandar paces antes que fuésemos a sus pueblos a castigarlos; y Cortés, viendo que no estaba en tiempo de hacer otra cosa, les perdonó, puesto que les dio grandes reprensiones sobre ello, y se obligaron con palabras de muchos ofrecimientos de siempre ser contra mejicanos y de ser vasallos de su majestad y de nos servir; y así lo hicieron.

Dejemos de hablar destos pueblos, y digamos cómo vinieron luego en aquella sazón a demandar paces y nuestra amistad los de un pueblo que está en la laguna, que se dice Mezquique, que por otra parte le llamábamos Venenzuela; y estos, según pareció, jamás estuvieron bien con mejicanos, y los querían mal de corazón; y Cortés y todos nosotros tuvimos en mucho la venida deste pueblo, por estar dentro en la laguna, por tenellos por amigos, y con ellos creíamos que habían de convocar a sus comarcanos que también estaban poblados en la laguna, y Cortés se lo agradeció mucho, y con ofrecimientos y palabras blandas los despidió.