LA DEFINITIVA CONQUISTA DE MÉJICO

VERDADERA HISTORIA DE LOS SUCESOS DE LA CONQUISTA DE LA NUEVA ESPAÑA, POR EL CAPITÁN BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO, UNO DE SUS CONQUISTADORES.

CAPÍTULO CXXXVII. Cómo caminamos con todo nuestra ejército camino de la ciudad de Tezcuco, y lo que en el camino nos avino, y otras cosas que pasaron.

Como Cortés vio tan buena prevención, así de escopetas y pólvora y ballestas y caballos, y conoció de todos nosotros, así capitanes como soldados, el gran deseo que teníamos de estar ya sobre la gran ciudad de Méjico, acordó de hablar a los caciques de Tlascala para que le diesen diez mil indios de guerra que fuesen con nosotros aquella jornada hasta Tezcuco, que es una de las mayores ciudades que hay en toda la Nueva España, después de Méjico; y como se lo demandó y les hizo un buen parlamento sobre ello, luego Xicotenga el viejo, que en aquella sazón se había vuelto cristiano y se llamó don Lorenzo de Vargas, como dicho tengo, dijo que le placía de buena voluntad, no solamente diez mil hombres, sino muchos mas si los quería llevar, y que iría por capitán dellos otro cacique muy esforzado e nuestro gran amigo que se decía Chichimecatecle, y Cortés le dio las gracias por ello.

Y después de hecho nuestro alarde, que ya no me acuerdo bien qué tanta copia éramos, así de soldados como de los demás, un día después de la pascua de Navidad del año de 1520, comenzamos a caminar con mucho concierto, como lo teníamos de costumbre; fuimos a dormir a un pueblo sujeto de Tezcuco, y los del mismo pueblo nos dieron lo que habíamos menester de allí adelante; era tierra de mejicanos, e íbamos más recatados, nuestra artillería puesta en mucho concierto, y ballesteros y escopeteros, y siempre cuatro corredores del campo a caballo, y otros cuatro soldados de espada y rodela muy sueltos, juntamente con los de a caballo para ver los pasos si estaban para pasar caballos, porque en el camino tuvimos aviso que estaba embarazado de aquel día un mal paso, y la sierra con árboles cortados, porque bien tuvieron noticia en Méjico y en Tezcuco cómo caminábamos hacia su ciudad, y aquel día no hallamos estorbo ninguno, y fuimos a dormir al pie de la sierra, que serían tres leguas, y aquella noche tuvimos buen frío, y con nuestras rondas y espías y velas y corredores del campo la pasamos.

Y cuando amaneció comenzamos a subir un puertezuelo y unos malos pasos como barrancas, y estaba cortada la sierra por donde no podíamos pasar, y puesta mucha madera y pinos en el camino; y como llevábamos tantos amigos tlascaltecas, de presto se desembarazó, y con mucho concierto caminamos con una capitanía de escopetas y ballestas delante, y con nuestros amigos cortando y apartando árboles para poder pasar los caballos, hasta que subimos la sierra, y aun bajamos un poco abajo adonde se descubría la laguna de Méjico y sus grandes ciudades pobladas en el agua; y cuando la vimos dimos muchas gracias a Dios, que nos la tornó a dejar ver. Entonces nos acordamos de nuestro desbarate pasado, de cuando nos echaron de Méjico, y prometimos, si Dios fuese servido de darnos mejor suceso en esta guerra, de ser otros hombres en el trato y modo de cercarla; y luego bajamos la sierra, donde vimos grandes ahumadas que hacían, así los de Tezcuco como los de los pueblos sujetos; e andando más adelante, topamos con un buen escuadrón de gente,…