Cuentos de Charles Perrault.

CUATRO PALABRAS DEL TRADUCTOR.

¿No es verdad, hermosos niños, que cuando al amor de la lumbre estais colgados de los labios de la nodriza ó de la abuelita, que os divierten con las travesuras de las hadas, olvidais vuestros juegos y vuestras lágrimas? Entre las inquietas llamas del hogar veis agitarse un mundo hermosísimo, que luego iluminan los dulces sueños con sus lucecitas de oro. Empezado el cuento, por todas las golosinas del mundo no renunciariais á oir la conclusion.

Bien sabido os teneis que los cuentos de viejas son mentiras, y que los molinos de viento son molinos; pero con aquellas mentiras, riendo y llorando, gozais, y todos los afectos del corazon humano se levantan en vuestras tiernas almas como bianca aurora, y aquel calor que por la fantasía se difunde, es mucho más

grato que el calor que apetecen vuestras ateridas manecitas en las interminables veladas del invierno:

A cierto señoron de los que se despepitan por arreglar el mundo, y de los que calzan botas de siete leguas para seguirle la pista al desaforado gigante Progreso, se le metió en la cholla que no debiais aprender más que matemáticas. ¡Pobrecitos de mi alma! Alguna mala pasada debieron jugarle las entremetidas brujas á aquel buen señor. Pero vosotros, infelices criaturas, ¿qué diablos le hicisteis para que tan mal os quisiera? Arrópese enhorabuena con sus matemáticas, y con su pan se lo coma. La manía es harto vieja. Cuando aquel famoso caballero andante, que no dejaba títere con cabeza, no pudo salirse con la suya, digo para mi capote: «Aquí hay intríngulis.»

No es á vosotros, oh niños de mi alma, á quienes tanta falta hacen las matemáticas, no es á vosotros, por vida mia; sino á esos pobres diablos barbones, que se rien de vuestros cuentos, y con una gravedad de Edipos de teatro casero, evocan en misteriosos conciliábulos los espíritus de las mesas y de las calabazas. A la Inquisicion con ellos.

Vosotros no intentais engañar á nadie, ni sois tan hombrazos ni tan bobalicones para dejaros engañar. Escuchais los cuentos, como jugais con los caballitos y con las muñecas. E1 sentimiento de lo maravilloso se agita en vuestro pecho, y este sentimiento no es una farsa ni una mentira. Cuando lleguéis á la seca edad de las matemáticas, lucirá como la estrella de la mar,

consuelo del náufrago, en medio de las tempestades de la vida y dará alas á vuestro espíritu para volar á Dios, único autor de todas las maravillas del universo. Entonces recordaréis con placer los sencillos cuentos de vuestra infancia, y descubriréis en las populares ficciones un sentido que ahora no podeis comprender. Entónces conoceréis que esos duendes que os miman y os halagan, no tienen parentesco ninguno con aquellos trasgos feotes y de mala ralea, que no saben más que hacer el bú para reirse de los mentecatos; y la razon severa os dirá que los que tan dulces ósculos imprimen en vuestra frente coronada de rublos cabellos, ninguna cuenta tienen que arreglar con las matemáticas, ni con la Inquisicion, ni con las mesas parlanchinas, ni con la policía; porque los conoce todo el mundo, y son gente de su casa, y tienen carta de naturaleza en España, y (segun reza la fe de bautismo) tienen por nombre ILUSION y POESÍA.