Los Miserables

Autor: Víctor Hugo

Segunda Parte: Cosette

Libro sexto

Le Petit-Picpus

Cap X : Origen de la Adoración Perpetua.

Por lo demás, aquel locutorio casi sepulcral del que hemos intentado dar una idea al lector es completamente local, y no son así de adustos en los demás conventos. En el convento de la calle de Le Temple en particular, que, todo hay que decirlo, era de otra orden, en vez de postigos negros había unas cortinas pardas, y el locutorio en sí era un salón con suelo de tarima cuyas ventanas enmarcaban unos pabellones de muselina blanca y cuyas murallas toleraban todo tipo de marcos, el retrato de una benedictina con la cara destapada, ramos pintados e incluso una cabeza de turco.

Es en el jardín del convento de la calle de Le Temple donde estaba ese castaño de Indias que se consideraba el más hermoso y el mayor de Francia y tenía la reputación entre el pueblo llano del siglo XVIII de ser el padre de todos los castaños del reino.

Ya hemos dicho que en ese convento de Le Temple residían las benedictinas de la Adoración Perpetua, benedictinas que no tenían nada que ver con las que dependían de Císter. Esa orden de la Adoración Perpetua no es excesivamente antigua ni tiene más de doscientos años. En 1649 profanaron con pocos días de intervalo el Santísimo Sacramento en dos iglesias de París, en Saint-Sulpice y en Saint-Jean en Grève, sacrilegio espantoso e infrecuente que inmutó a toda la ciudad. El prior y vicario mayor de Saint-Germain-des-Prés ordenó una procesión solemne de todos sus sacerdotes en la que ofició el nuncio del papa. Pero aquella expiación no les pareció suficiente a dos dignas damas, la señora Courtin, marquesa de Boucs, y la condesa de Châteauvieux. Aquel ultraje al «santísimo sacramento del altar», aunque pasajero, no se les iba de la cabeza a esas dos almas piadosas, y les pareció que la única reparación posible era una «adoración perpetua» en algún convento de monjas. Ambas, una en 1652 y la otra en 1653, donaron cantidades considerables a la madre Catherine de Bar, llamada del Santísimo Sacramento, monja benedictina, para que fundase, con tan piadosa finalidad, un convento de la orden de san Benito; el primer permiso para esa fundación se lo dio a la madre Catherine de Bar el obispo de Metz y abad de Saint-Germain, «a condición de que no pueda ingresar ninguna doncella que no aporte trescientas libras de pensión, que son seis mil libras de capital». Tras el abad de Saint-Germain, otorgó el rey cartas patentes, y todo ello, la carta abacial y las cédulas reales, las homologaron el Tribunal de Cuentas y el Parlamento en 1654.

Tales son los orígenes y la acreditación legal de la fundación de las benedictinas de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento en París. El primer convento se «levantó de obra nueva» en la calle de Cassette a costa de las señoras de Boucs y de Châteauvieux.

Como vemos, esta orden no era la misma de las benedictinas conocidas como del Císter. Dependía del abad de Saint-Germain-des-Prés de la misma forma que las monjas del Sagrado Corazón dependen del general de los jesuitas, y las hermanas de la caridad, del general de los lazaristas.

Era también diferente por completo de las bernardas de Le Petit-Picpus, cuyo convento acabamos de mostrar por dentro. En 1657, el papa Alejandro VII, mediante un breve especial, autorizó a las bernardas de Le Petit-Picpus a practicar la Adoración Perpetua igual que las benedictinas del Santísimo Sacramento. Pero ambas órdenes siguieron siendo distintas.